Siervo de Dios, Argentino del Valle Larrabure: mensaje del obispo castrense, Santiago Olivera
Querida comunidad diocesana:
Sé que el 6 de junio estarán celebrando la Eucaristía en la Parroquia Luján Castrense, dando gracias a Dios por la vida del siervo de Dios, el coronel Argentino del Valle Larrabure. Le he pedido al padre Rubén Bonacina, quien es -hoy- el postular diocesano de la Causa que llevamos adelante- desde nuestro obispado- para la Canonización de este siervo de Dios, para que presida esa celebración, en esa Iglesia tan significativa también para la vida de este hombre de Dios, ya que fue el lugar donde contrajo matrimonio con María Susana de San Martín (su querida esposa Marisú), el 8 de diciembre de 1955.
Siempre me gusta pensar y lo repito más de una vez, aquella espectacular frase, aquella espectacular expresión de San Juan Pablo II: “La vida del otro es un don para mí”. Sabemos que la vida de Argentino del Valle ha sido un don para cada uno, ha sido un don para la patria, ha sido un don para la Iglesia, y podríamos decir- con verdad- es un don para mí, es un don para la patria, es un don para la Iglesia.
Un hombre fuerte y frágil, un hombre que pudo testimoniar hasta el fin, hasta el extremo, su amor a Dios y su amor al prójimo, que bien quedó plasmado en aquella expresión suya:
“Mi intención no es el insulto ni formular personalismo. Más bien, me impulsa a escribir este cautiverio que me sume en las sombras, pero inundó de luz. Mi palabra es breve, sencilla y humilde; se trata de perdón y que mi invocación alcance con su perdón a quienes están sumidos en las sombras de ideas exóticas, foráneas, que alientan a la destrucción para construir un ‘mundo feliz’ sobre las ruinas...[1]
El mensaje del coronel Argentino del Valle, es un mensaje verdaderamente actual para nuestro tiempo de la historia. Por eso quiero invitarlos a que renovemos nuestra fe en Dios, nuestra misión y nuestra vocación siendo testigos de la paz.
Al coronel Larrabure le tocó vivir en un marco histórico, donde la Democracia se veía atacada por muchos actos de violencia, violencia que padeció en carne propia hasta llevarlo a la muerte y, en ese contexto, él llamó y promovió al perdón y a la paz:
“Al pueblo argentino, dirigentes y dirigidos, para que la sangre inútilmente derramada los conmueva a la reflexión para dilucidar y determinar con claridad que somos hombres capaces de modelar nuestro destino, sin amparo de ideas y formas de vidas foráneas totalmente ajenas a la formación del hombre argentino”.[2]
Quiero invitarlos- a los hombres y mujeres de nuestro obispado castrense, de nuestra familia diocesana- a que conozcan la vida de este siervo de Dios y, también, desde nuestras comunidades- a los capellanes les pido, con muchísima fuerza, que durante este tiempo, renovemos nuestra oración pidiendo al Señor- para gloria suya y si es de su voluntad- que pronto pueda ser reconocido por la Iglesia como santo, en el camino previo de la beatificación, para poder tenerlo justamente como referente. Referente que nos ayudará- y ayuda- en la historia y en nuestra historia de hoy a trabajar por la unidad, por el perdón y por la reconciliación. Nos ayuda a una historia que se presente completa, él vivió en un tiempo complejo pero solo transmitió el perdón, el encuentro y la aceptación a la voluntad de Dios, a lo que Dios le permitió vivir.
Ustedes saben que he venido a Roma, he podido estar con el Santo Padre, he podido compartir con parte de los militares desplegados en Chipre en la audiencia pública con el Papa Francisco, justamente en el día de nuestro querido Ejército Argentino, el pasado 29 de mayo.
Un particular saludo también a la familia del siervo de Dios, especialmente a sus hijos y nietos, herederos del legado de este hombre de Dios, hombre de nuestra Patria, hombre de la Iglesia
Le pedimos a Dios, a la Virgen en la advocación de nuestra patrona la Virgen de Luján y también en la advocación de Nuestra Señora del Valle, advocación tan querida por el coronel Argentino del Valle Larrabure. Le pedimos confiados esta gracia, la de tenerlo a él, pronto en el altar de los santos; para bien de nuestra patria, para bien de nuestra Iglesia y para bien de todos.
Dios los bendiga y estamos siempre en comunión.
Mons. Santiago Olivera, obispo castrense